Modernidad, desarrollo, avance tecnológico, ocupación de mano de obra, entre otras, son los calificativos con los que la presidenta, Cristina Fernández, justifica el acuerdo realizado con el grupo francés Alstom para la construcción del tren bala.
Sin embargo los hospitales públicos en condiciones de precariedad absoluta, escuelas sin calefacción, centenares de niños que mueren a causa de la desnutrición y de enfermedades que se contagian por falta de higiene, caminos en mal estado, ferrocarriles que han desaparecido por la ausencia de inversiones –entre otras- constituyen “el grupo de los olvidados” para el gobierno nacional.
De este grupo nadie se acuerda. De esas personas a las que no les genera ninguna mejora en sus condiciones de vida este nuevo emprendimiento, sino que por el contrario, ven frustradas sus posibilidades de progresar.
Los altos funcionarios olvidan las consecuencias que conlleva la construcción del tren bala. Claro está que mientras expresan que esta nueva iniciativa es “un salto importante hacia una Argentina diferente, que viene a dar cuenta del desarrollo que tenemos como país” parece que la actual clase dirigente olvida prioridades que parecen estar más allá de un medio de transporte de gran velocidad.
¿Acaso en el país todos los hospitales cuentan con infraestructura apta para atender a personas de bajos recursos? Tal vez se olvidan de casos como Chaco en donde mueren centenares de madres y niños por el contagio de mal de chagas en hospitales públicos. ¿Acaso no se enteran de las miles de personas que están bajo la línea de pobreza, que mueren por desnutrición? ¿Se olvidan de aquellos chicos que no pueden ir a estudiar porque en sus colegios no hay un sistema de calefacción y todos los días entran a sus aulas frías que no les permiten tener un ambiente propicio para poder aprender?
Quienes están en el poder se olvidan de todas las personas a las que el Estado debe brindar asistencia. Sí se acuerdan de la construcción de un tren que aumenta la deuda externa, del cual su pasaje saldría entre 300 y 400 pesos, una cifra a la que muy pocos podrán acceder. Un tren que sólo comunicaría cuatro ciudades como Mar del Plata, Buenos Aires, Córdoba y Rosario, un medio de transporte que necesita tecnología de punta y un sistema de mantenimiento con el que el país no cuenta.
El actual gobierno de Cristina Fernández quiere aparentar al exterior que Argentina está avanzando. La construcción de un tren bala parece ser la puerta de entrada al primer mundo, pero mientras no se solucionen los problemas de fondo del país no hay posibilidad real de desarrollo.
A menudo, a los principales voceros de la actual conducción nacional les gusta repetir que el interés central de su gestión es la inclusión social. Vale plantearse, entonces, si la construcción de un tren con tecnología y capital internacional es la mejor forma de lograr el supuestamente tan ansiado objetivo que sostiene el oficialismo. Sin embargo, con este emprendimiento sólo se está fomentando la diferencia y la exclusión.
Un tren que une una mínima parte del país, cuyos pasajes podrán únicamente ser costeados adquiridos por personas con un alto poder adquisitivo, no demuestra ser un proyecto que integre a toda
¿Por qué no se opta por la reconstrucción del sistema ferroviario nacional? Uno que llegue a cientos de ciudades y pueblos, cuyo costo de inversión sea menor y de esta manera poder destinar el dinero a otros ámbitos que necesitan de infraestructuras y provisiones. Un pequeño botón de muestra es el interesante Tren para todos.
Cuando los ciudadanos votan lo hacen para que quienes gobiernan tenga como objetivo el progreso del país. Pero un progreso que sea para todos los habitantes y no sólo para unos pocos.
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