Vivir en democracia

El 18 de septiembre de 2006 el país fue conmocionado por una terrible noticia: Jorge Julio López, testigo clave en el juicio contra el represor de la última dictadura militar, Miguel Etchecolatz, había desaparecido. A partir de ese momento varias fueron las hipótesis que comenzaron a surgir. Sin embargo a un año y ocho meses de su desaparición, muchos parecen haberse olvidado de este caso, incluida la Justicia.

Este no es el único ejemplo en que han desaparecido testigos importantes durante los juicios contra los responsables de la tortura, muerte y desaparición de 30.000 argentinos. Sólo basta recordar el caso de Luis Gerez, otro albañil desaparecido apenas cien días después de la ausencia de López. Fue el miércoles 27 de diciembre de 2006 en Escobar. Su testimonio había sido fundamental para que el ex subcomisario Luís Abelardo Patti no asumiera su banca en el Congreso.

Acercándose a la actualidad, el 28 de abril del corriente año, Juan Evaristo Puthod, desapareció cuando iba camino a una radio, en la cual conduce un programa sobre derechos humanos. Pero el hombre nunca llegó a su destino. Puthod había denunciado judicialmente amenazas desde hacía un año y medio y estaba organizando para el 16 de mayo un acto de homenaje a los montoneros rosarinos Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereyra Rossi, cuyas muertes -poco antes del retorno de la democracia en 1983- se le adjudican a Luis Patti.

En cada uno de estos casos vuelve el fantasma de aquellos años en los que la desaparición sistemática de personas era un hecho recurrente y cotidiano. Retorna el miedo y el desamparo a las víctimas del genocidio. Aquél que hizo desaparecer a una generación entera de jóvenes y con ello dio lugar a la creación de organizaciones de derechos humanos.

Durante las presidencias del matrimonio Kirchner, han desaparecido tres personas. Dos de ellos regresaron a sus casas y sus familias. Sin embargo aún queda saber qué pasó con Jorge Julio López. Nada se sabe de él y la Justicia tampoco ha demostrado tener pruebas fehacientes sobre su paradero.

En un gobierno que se dice democrático, en una sociedad que supuestamente anhela vivir en libertad, olvidarse de estos casos y no pedir justicia es ocultar y encubrir a los responsables de tales aberraciones.

Coexistir en democracia no significa solamente poder expresar libremente las ideas que cada uno tiene y poder organizarse políticamente. Vivir en democracia implica un compromiso con la realidad. Luchar porque los responsables de los ilícitos cometidos en la dictadura sean condenados por sus actos, tal como lo dispone la Constitución Nacional. Pero por sobretodo, vivir en democracia significa tener memoria, saber lo que sucedió en el pasado para que no vuelva a pasar en el presente y poder construir –todos juntos- un futuro en el cual la justicia sea la bandera principal de la sociedad.

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