A nivel mundial se hace prácticamente imposible especular que los miembros de una sociedad estén de acuerdo con respecto a una ideología o pensamiento determinado. Argentina no escapa a esta regla.
A lo largo de la historia son varias las cuestiones que han fraccionado la opinión pública de los argentinos. Con diferentes grados de importancia, siempre ha habido algún asunto que evidenció la nula escala de grises que se debería tener a la hora de debatir, argumentar y sentar postura sobre un tema establecido.
Caben algunos ejemplos para señalar cómo se dividieron las aguas al momento de tomar posición sobre determinado asunto. A saber: sos Radical o Peronista; sos Bilardista o Menottista; sos de Boca o de River; y la última y más reciente: estás con el campo o con el gobierno.
En dicha dualidad vale hacer un punto. Desde el 11 de marzo a los días que corren, el conflicto del agro con el Ejecutivo ha tomado caminos que resultan complejos de explicar. Tal disputa no sólo ha fragmentado a los mencionados actores sociales, sino que también a todo un pueblo.
En este período, la adhesión y rechazo para ambos sectores generó inconvenientes sociales propios de un país en vías de desarrollo.
La fiel representación de lo mencionado es lo que ocurrió en las sesiones del Senado al momento de votar la resolución 125. Cuando los Legisladores votaron a favor del proyecto propuesto por el Gobierno no faltaron aquellos que tomaron represalias sobre la decisión tomada por los funcionarios.
Sumado, vale destacar la actitud del Ejecutivo. Con exigua capacidad para disipar las diferencias, en forma constante confrontó con los ruralistas efectuando declaraciones muy poco oportunas, a las cuales se agregan los dichos de Luis D’Elía y las acciones del inefable Secretario de Comercio Guillermo Moreno. Con acciones cuasi patoteras evidenciaron el escaso volumen de diálogo del actual mandato.
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