Desde que irrumpió en la pantalla chica con su humilde y poco alentador programa “Videomatch”, nadie creía que podía llegar a alcanzar la popularidad y la trascendencia que obtuvo en los últimos años. Tras varias modificaciones y con un reciente cambio en el nombre de la emisión, pasó a llamarse “Showmatch”; con un formato traído del exterior como es “Bailando por un sueño”, en la actualidad la televisión se rige según lo que determine la agenda setting de Marcelo Tinelli.
La diversidad comunicacional es una cuestión que a pocos les importa. Los gerentes de programación, sobre todo de canales televisivos, no se guían por esta idea y parecen optar por la ley del menor esfuerzo. Seguramente es sencillo “copiar y pegar” fragmentos de un programa que lidera la tabla del rating todas las semanas, que crear un producto cultural diferente, en el cual el público pueda contar con otra opción.
En la actualidad, lo que encabeza la opinión pública y lo que ofrecen los canales de aire, son un número infinito de lo popularmente conocido como chusmerío. Es decir, estar al tanto de las peleas entre una ex pareja, saber si fulanita tiene hecha tal o cual operación, si pertenecés al grupo de las “finas” o “grasas”, divinas o populares; si sabés hacer rimas sin sentido (prueba que supera un niño en nivel de preescolaridad); si respondés que la capital de Alemania es Germania riéndote y creyendo ser una futura cómica por contestar semejante aberración.
Una modelo “inocente” que el conductor hace quedar como alguien poco capaz para entender los chistes recurrentes y bajos que hace. Un presentador que, como es dueño de la productora, corta polleritas en vivo, pero al minuto se convierte en un padre de familia ejemplar.
Un conductor que habla con una caño y lo admira solamente porque se suben a él numerosas seudo famosas que creen estar preparadas para lanzarse en el Colón, simplemente porque las califica un jurado integrado por artistas a los que se les pasó el cuarto de hora y deben resurgir de alguna manera.
Se creen estar juzgando a Julio Bocca y, cuando pueden, dan cátedras de danzas, de vida y de cómo manejarse en el tan ansiado mundo del espectáculo, sin darse cuenta que hubo un conductor y productor que los resucitó de las cenizas y los sentó en un banquillo.
De esta manera, a la mañana, a la tarde y a la noche están aquellos programas dedicados a repetir una y mil veces todo lo que pasó en el programa de Tinelli. Es en este punto que aparece la tan debatida pregunta: ¿Los medios muestran lo que la gente quiere o el público se amolda a lo que muestran los mass media?
La carencia de productos mediáticos “culturales” es gravísima. Mostrar, desde los medios masivos de comunicación que lo único que existe es Showmatch es ocultar y taparles los ojos a los receptores.
Todos tienen derecho a elegir lo que desean ver. Mostrar sólo un programa en diferentes franjas horarias es acotar la visión del espectador. El objetivo de los canales de televisión debería ser el poder ofrecerles a sus televidentes diferentes propuestas, con diversidad de productos culturales.
Destinar varios programas a hacerse eco de lo que pasó en uno solo es sencillamente subestimar al público.
Si bien Tinelli tiene éxito, es una realidad que no todos lo eligen. El público merece tener otras alternativas, poder elegir y ser consciente del producto que está consumiendo. Así se podrá contar con una televisión abierta a distintos públicos y no a uno sólo que, por ahora, domina la pantalla chica.
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